No es la historia de los soldados Quispe y Mamani precisamente, pero son muchos Quispes y Mamanis que ofrendaron sus vidas por nuestra patria, tal cual en la guerra de la independencia, o en la guerra con Chile del 79 al lado de Cáceres, como en la guerra contra el terrorismo; defendiendo sus terruños, que como hasta hoy "creen que son suyos", vil mentira por que los políticos en contubernio con las trasnacionales les vienen despojando lo que ancestralmente les pertenece, igualmente engañados por la izquierda, so pretexto que los defienden y se identifican con su pobreza, para enfrentarlos a sus hermanos que se enrolan para servir a su patria.
En la guerra contra el terrorismo fueron miles de mamamnis y quispes los que murieron, otra vez en una guerra fratricida, hermanos contra hermanos, dándose muerte por consignas ajenas a su existencia, de hecho no volverán a ser los dueños de si mismos ni de sus tierras como en la época inca, pero los gobernantes de turno y la oposición, no pueden seguir enfrentándolos como ganado sin rumbo; todo aquel que quiere llegar al gobierno se pone de su lado, al extremo de querer cortarse las venas por su deplorable situación de pobreza; sin embargo nunca fue así, y no debemos olvidar que la izquierda también tuvo su oportunidad, que termino bajo los mismos términos de corrupción y catástrofe nacional y económica.
La siguiente historia, es para comprender que quienes luchan contra el terror no son enemigos del pueblo, si son enemigos de alguien, son enemigos de quienes MNIPULAN a nuestros hermanos levantandolos en luchas que solo les conviene a los dirigentes de la oposición, y al mismo gobierno.
Necesitamos un nuevo líder, ni de IZQUIERDA ni de DERECHA.
Los soldados quispe y mamani, son indeseables para el gobierno, por que aún después de su sacrificio no les merecen nada, igual que para la oposición (izquierda y caviares) que los consideran genocidas; simple conclusión NADIE QUIERE A LOS MILITARES.
POlcese
(historia)
ESPÍRITU DE CUERPO
A su ingreso a la EMCH, le había dicho que cuando crea que las piernas le flaquean y que ya no quiere seguir, piense en su viejita y tire pa' lante, que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista; muchos años después se encontraba, ya con el grado de capitán y al mando de un grupo de hombres que recién había conocido, en la zona mas convulsionada del país, el bidón de Vizcatán, un terreno al costado del río Mantaro, como una playita de arena de mas o menos 500 metros cuadrados, rodeado de cerros que por su abundante y espesa vegetación impiden observar mas allá de un metro en su interior, la orden que se le impartió fue de alcanzar una distancia media entre el campamento base (la playita) y la cumbre de uno de los cerros para favorecer la visión, nada mas irreal, al cabo de un avance de unos cuantos metros se percataron que sería imposible, el lugar, plagado de minas y trampas cazabobos, hacían infructuoso el avance, coordinó con sus superiores establecer su campamento en una zona cercana al objetivo, con respuesta afirmativa, construyeron trincheras de dos metros de profundidad para evitar las balas enemigas (similar a las de la primera guerra mundial); el calor era infernal, él, acostumbrado a la selva por su condición de charapa, veía a sus hombres entrar en desesperación por lo que tuvo que emplearse a fondo para levantarles la moral; el rancho (frío) consistía de 10 raciones por cada uno para igual cantidad de días en las trincheras, así, el desayuno eran unas galletas de agua, con un filtrante y caramelos de limón, el almuerzo, una sopa ó guiso deshidratado, según la suerte, que al hervirlo en agua te proporcionaba la única comida sólida del día, un sobrecito de tang y mas caramelos de limón, para la cena sólo un pedazo de chocolate, mas duro que piedra.
Los días eran eternos, el hambre y el calor hacían daño al cuerpo, su peso corporal disminuía apresuradamente, el hostigamiento del enemigo era constante, en los primeros días se enfrentaron 3 veces, sin bajas por suerte; los días eran contados con ansiedad, al llegar al noveno, la orden fue, que no tienen relevo, que se queden unos días mas, y el rancho? preguntó con preocupación, bajen a base que se les proporcionará; por la noche, para evitar al enemigo pero con los temores por las minas, bajaron a base unos cuantos para ayudar con la carga, al volver, sólo trajeron unos cuantos kilos de frijol, otro tanto de harina y nada más, esto es para cuanto tiempo? preguntó entre molesto y asombrado, hasta que nos releven le respondieron, bueno, deben ser un par de días pensó; pasaron dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho días y nada, la comida ya era una cuestión de sobrevivencia, hervían un poquito de harina en agua, la hacían masa y la freían para darle contextura de algo similar a un pan, galleta ó esa masa para los tacos mexicanos, pero sin relleno claro, el hostigamiento era constante, no había día que no recibieran una andanada de balas provenientes de la zona mas alta; por allí no pasa nadie que no esté vinculado al narcotráfico ó a los terrucos, en cierta oportunidad una patrulla se encontró con unos mochileros (jóvenes de aspecto de la zona con unas mochilas en las que trasladan la droga a pie, paso de hormiga), los soldados al verlos a unos metros de ellos les hicieron el alto, los mochileros, en actitud sumisa propia de los lugareños, hicieron como que bajaban las mochilas, para que de inmediato y por sorpresa sacar sendas pistolas y matar a un soldado y herir al otro, huyendo en la espesura de la selva, al verse perseguidos sembraron en el camino minas (cartuchos de dinamita con un dispositivo casero adherido a una pila y a un detonador que al unir lo polos explota, fácil de hacer y transportar), no los alcanzaron, el conocimiento de la zona juega un papel importantísimo.
Pasaron quince días de hambre y tensión, el capitán sólo se valía de su poder de convencimiento para mantener a su gente, conversaba con ellos de temas comunes que les infligiera valor para sobrevivir, la familia, los hijos, las madres, la hembrita, la novia, los cumpleaños, la promesa de la parrillita con chelas cuando todo acabe, así fue conociendo a cada uno de aquellos desconocidos y ellos a él, ya tenía a dos con malaria, el enfermero le dijo que las pastillas estaban vencidas desde el año pasado, no se los digas le replicó casi en súplica como que en una orden, dáselas, algo les hará, las fiebres y los escalofríos los sentía como propios, pero debía mantenerse firme, conversaba, bromeaba pero sufría por dentro.
Por fin la orden del retorno llegó, repliéguense a base, los van a evacuar a Pichari por unos días (15 luego volver a lo mismo), estaban felices, ya hacían planes del retorno, cargaron lo mas que pudieron y emprendieron retirada; en base les dijeron que llegaría un helicóptero que los llevaría a Pichari, la espera fue larga, cuando llegó el helicóptero dio una vuelta y se enfrentó a ellos, el movimiento debía ser rápido, ya lo habían practicado, cada uno sabía lo que tenía que hacer, al poner pie en tierra el helio, comenzó una intensa balacera desde los cerros, los que se quedaban replicaron con mas fuego, las balas zumbaban por todos lados, el equipo se tenía que cargar en primer término, cada uno tendría que hacer tres idas y venidas al helio con su carga, en la tercera se trepaban y se iban; el capitán estaba en la segunda ida cuando se percató que tenía un agujero en su bota, que raro pensó, no siento nada, en medio de la balacera, se guareció junto a un árbol, se sacó la bota y vio que de su dedo gordo del pie derecho , salían dos chisguetes de sangre, uno por arriba y otro por abajo, puta madre, pensó, me dieron, con el pulgar y el índice de su mano derecha tapó ambos huecos, levantó la mirada y vio a sus compañeros que terminaban cada uno con su tercera entrega y se trepaban al helio, de pronto se percataron que su jefe no estaba, el capitán con ademanes les decía, váyanse, sabía que le podían dar al helio y ahí sí que se jodían todos, váyanse insistía con las manos, de pronto, dos soldados se bajaron del helio y corrieron a darle alcance, váyanse insistía el capitán con sus ademanes mientras mantenía tapados los huecos de su dedo, las balas seguían zumbando, cuando por fin los soldados le dieron alcance, sin mediar palabra entre ellos lo cargaron en peso por las axilas y las piernas y se lo llevaron al helio, segundos después tomaban aire y retornaban a Pichari, al día siguiente fue evacuado a Lima, actualmente se recupera de su herida en el hospital militar.
Esto le sucedió a un primo hermano de mi esposa el sábado 8 de noviembre de 2008 entre las 12:30 y 12:45 horas.
¿Dónde nos encontrábamos nosotros a esa hora?
Ese grupo humano donde se encuentre, en las condiciones que sean, serán mas hermanos que nunca…ese es el espíritu de cuerpo de los militares…
A su ingreso a la EMCH, le había dicho que cuando crea que las piernas le flaquean y que ya no quiere seguir, piense en su viejita y tire pa' lante, que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista; muchos años después se encontraba, ya con el grado de capitán y al mando de un grupo de hombres que recién había conocido, en la zona mas convulsionada del país, el bidón de Vizcatán, un terreno al costado del río Mantaro, como una playita de arena de mas o menos 500 metros cuadrados, rodeado de cerros que por su abundante y espesa vegetación impiden observar mas allá de un metro en su interior, la orden que se le impartió fue de alcanzar una distancia media entre el campamento base (la playita) y la cumbre de uno de los cerros para favorecer la visión, nada mas irreal, al cabo de un avance de unos cuantos metros se percataron que sería imposible, el lugar, plagado de minas y trampas cazabobos, hacían infructuoso el avance, coordinó con sus superiores establecer su campamento en una zona cercana al objetivo, con respuesta afirmativa, construyeron trincheras de dos metros de profundidad para evitar las balas enemigas (similar a las de la primera guerra mundial); el calor era infernal, él, acostumbrado a la selva por su condición de charapa, veía a sus hombres entrar en desesperación por lo que tuvo que emplearse a fondo para levantarles la moral; el rancho (frío) consistía de 10 raciones por cada uno para igual cantidad de días en las trincheras, así, el desayuno eran unas galletas de agua, con un filtrante y caramelos de limón, el almuerzo, una sopa ó guiso deshidratado, según la suerte, que al hervirlo en agua te proporcionaba la única comida sólida del día, un sobrecito de tang y mas caramelos de limón, para la cena sólo un pedazo de chocolate, mas duro que piedra.
Los días eran eternos, el hambre y el calor hacían daño al cuerpo, su peso corporal disminuía apresuradamente, el hostigamiento del enemigo era constante, en los primeros días se enfrentaron 3 veces, sin bajas por suerte; los días eran contados con ansiedad, al llegar al noveno, la orden fue, que no tienen relevo, que se queden unos días mas, y el rancho? preguntó con preocupación, bajen a base que se les proporcionará; por la noche, para evitar al enemigo pero con los temores por las minas, bajaron a base unos cuantos para ayudar con la carga, al volver, sólo trajeron unos cuantos kilos de frijol, otro tanto de harina y nada más, esto es para cuanto tiempo? preguntó entre molesto y asombrado, hasta que nos releven le respondieron, bueno, deben ser un par de días pensó; pasaron dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho días y nada, la comida ya era una cuestión de sobrevivencia, hervían un poquito de harina en agua, la hacían masa y la freían para darle contextura de algo similar a un pan, galleta ó esa masa para los tacos mexicanos, pero sin relleno claro, el hostigamiento era constante, no había día que no recibieran una andanada de balas provenientes de la zona mas alta; por allí no pasa nadie que no esté vinculado al narcotráfico ó a los terrucos, en cierta oportunidad una patrulla se encontró con unos mochileros (jóvenes de aspecto de la zona con unas mochilas en las que trasladan la droga a pie, paso de hormiga), los soldados al verlos a unos metros de ellos les hicieron el alto, los mochileros, en actitud sumisa propia de los lugareños, hicieron como que bajaban las mochilas, para que de inmediato y por sorpresa sacar sendas pistolas y matar a un soldado y herir al otro, huyendo en la espesura de la selva, al verse perseguidos sembraron en el camino minas (cartuchos de dinamita con un dispositivo casero adherido a una pila y a un detonador que al unir lo polos explota, fácil de hacer y transportar), no los alcanzaron, el conocimiento de la zona juega un papel importantísimo.
Pasaron quince días de hambre y tensión, el capitán sólo se valía de su poder de convencimiento para mantener a su gente, conversaba con ellos de temas comunes que les infligiera valor para sobrevivir, la familia, los hijos, las madres, la hembrita, la novia, los cumpleaños, la promesa de la parrillita con chelas cuando todo acabe, así fue conociendo a cada uno de aquellos desconocidos y ellos a él, ya tenía a dos con malaria, el enfermero le dijo que las pastillas estaban vencidas desde el año pasado, no se los digas le replicó casi en súplica como que en una orden, dáselas, algo les hará, las fiebres y los escalofríos los sentía como propios, pero debía mantenerse firme, conversaba, bromeaba pero sufría por dentro.
Por fin la orden del retorno llegó, repliéguense a base, los van a evacuar a Pichari por unos días (15 luego volver a lo mismo), estaban felices, ya hacían planes del retorno, cargaron lo mas que pudieron y emprendieron retirada; en base les dijeron que llegaría un helicóptero que los llevaría a Pichari, la espera fue larga, cuando llegó el helicóptero dio una vuelta y se enfrentó a ellos, el movimiento debía ser rápido, ya lo habían practicado, cada uno sabía lo que tenía que hacer, al poner pie en tierra el helio, comenzó una intensa balacera desde los cerros, los que se quedaban replicaron con mas fuego, las balas zumbaban por todos lados, el equipo se tenía que cargar en primer término, cada uno tendría que hacer tres idas y venidas al helio con su carga, en la tercera se trepaban y se iban; el capitán estaba en la segunda ida cuando se percató que tenía un agujero en su bota, que raro pensó, no siento nada, en medio de la balacera, se guareció junto a un árbol, se sacó la bota y vio que de su dedo gordo del pie derecho , salían dos chisguetes de sangre, uno por arriba y otro por abajo, puta madre, pensó, me dieron, con el pulgar y el índice de su mano derecha tapó ambos huecos, levantó la mirada y vio a sus compañeros que terminaban cada uno con su tercera entrega y se trepaban al helio, de pronto se percataron que su jefe no estaba, el capitán con ademanes les decía, váyanse, sabía que le podían dar al helio y ahí sí que se jodían todos, váyanse insistía con las manos, de pronto, dos soldados se bajaron del helio y corrieron a darle alcance, váyanse insistía el capitán con sus ademanes mientras mantenía tapados los huecos de su dedo, las balas seguían zumbando, cuando por fin los soldados le dieron alcance, sin mediar palabra entre ellos lo cargaron en peso por las axilas y las piernas y se lo llevaron al helio, segundos después tomaban aire y retornaban a Pichari, al día siguiente fue evacuado a Lima, actualmente se recupera de su herida en el hospital militar.
Esto le sucedió a un primo hermano de mi esposa el sábado 8 de noviembre de 2008 entre las 12:30 y 12:45 horas.
¿Dónde nos encontrábamos nosotros a esa hora?
Ese grupo humano donde se encuentre, en las condiciones que sean, serán mas hermanos que nunca…ese es el espíritu de cuerpo de los militares…
aunque a tantos les joda.
ENOC
ENOC
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